No sé si cuando termine de escribir esta entrada la publicaré o no. Es un reto que me propongo, para no dejar de expresar el estado en el que me encuentro al despertar de este día.
Anoche, a mis 77 años, con mi cuerpo de 77 años, fui al concierto de Bruce Springsteen y no solo he sobrevivido, sino que ha sido como un recauchutage en un vehículo que ya está en camino al arrastre y que sin embargo, se comprueba que aún tiene las partes vitales enteras y fuertes.
La operación no fue sólo de las tres horas y pico que duró el concierto. Empezó realmente hace una semana, cuando Nacho me dijo que tenía mi entrada para el concierto. Con anterioridad le había dicho que no iba, que ya me había despedido de Bruce, que se lo agradecía pero era demasiado para mí. Pero compartía su ilusión y terminé aceptando, sin tenerlas todas conmigo. Me desarmó cuando le dije: «Si ya te había dicho que no iba a ir», y me contestó: «Pero no te hice caso». Me reí con la respuesta. No suele pasar en nuestra relación, una «desobediencia» tan evidente y confesada. No suele haber desobediencias, porque no existe la obediencia. Siempre hemos practicado el acuerdo y por supuesto el respeto a las decisiones comunes. Pero esa respuesta casi infantil, su aprecio a Bruce que comparto aunque con menos intensidad que él, me inyectó ganas de ir, con grandes dudas, pero con ilusión. A ver que pasa, si aún puedo…
El concierto empezaba a las 21. Tuve que salir de casa 3 horas antes para acercarme al Bernabeu. apesar de estar a 10 minutos. Por las grandes medidas de seguridad, había enormes colas. La policía no me dejaba pasar, porque no llevaba la entrada. Les expliqué que la tenía mi hijo que estaba dentro de la zona y con mucho respeto, por mi edad seguramente, me permitieron esperar sin perder el turno en la cola, mientras le llamaba por teléfono.
Nacho estaba con unos amigos y fans como él. Mientras esperaba observé el paisaje humano. Familias, jóvenes, adolescentes y hasta niños, adultos de mediana edad y mayores cómo no, aunque creo que yo seguía siendo la mayor. En todos se notaba un ambiente de alegría a pesar de la espera que nos aguardaba hasta las 21.
Apareció la entrada. Y ya juntos rodeamos el estadio, siguiendo caminos organizados, para policías, guardias de seguridad, empleados de información, público que iba entrando, etc. etc. Gran paseo para mí. Íbamos al encuentro de Flechas. Un gallego estupendo que conozco a través de Nacho y con el que hemos compartido otro concierto en el Bernabeu, creo que hace 12 años. Nos dimos un grande y sincero abrazo. Sé de su vida profesional que ha compartido en distintos momentos con Nacho. Sé lo importante de su vida familiar, su hija, su compañera a la que conozco de otras épocas, por lo que pudimos hablar y compartir como si fuéramos amigos estrechos e íntimos y no, sólo es que para mí, todos los amigos, las personas en general, que quieren a mi hijo, me provocan el mismo sentimiento hacia ellos, los quiero, me interesan. Puedo hablar con ellos de sus hijos, si los tienen, de su trabajo, y de los encuentros en los conciertos, por supuesto.
Siguiente encuentro con Carmina, más próximo. Creo que más preocupada ella por mí, que yo misma. Ya me sentía en medio de la salsa y no notaba el cansancio, ni el agobio por todo lo que todavía había que esperar. Había que seguir caminando buscando ya la entrada al recinto, que nos correspondía. No lo notaba, sabía que me estaba pasando mucho de lo que es habitual en cuanto a paseos en mi vida cotidiana, pero la compañía, la buena tarde, la expectativa, me hacían sentir bien e ignorar el «chasis»…, el motor funcionaba volcado en sentir, percibir, y no en pensar. Revisión de bolso, escaleras, estrecheces en el sitio, no importaba nada.
La espera se hizo amena, charlando y riendo de nuestras propias ocurrencias. Llegaron Tere y su marido. Otros abrazos enormes. Conocidos desde otros conciertos, y por supuesto a través de Nacho. Relación no estrecha en formalidades, pero intensa en lo importante, su hija, su trabajo, y la relación con Nacho. Los conciertos anteriores y futuros…, y basada, por mi parte en lo que ya expliqué anteriormente. Aparte que me parecen excelentes personas.
Y por fin empieza el concierto. El espectáculo del estadio lleno, ya era digno de verse. Tanta gente vibrando al unísono. Bruce como siempre un crack. Me ahorro los comentarios generales, sobre el mal sonido, propio de esos lugares amplios y abiertos o semicerrados, en fin, sólo me referiré algunos momentos puntuales, importantes para mí.
Me referiré a dos. La canción The river, muy conocida y escuchada por mí muchas veces en distintos momentos, interpretada esta vez con suma emoción por parte de Bruce. Tanto que me sonó a despedida por su parte, así se lo comenté a Tere y Flechas. Puede que sea mi despedida y no la de él…, no lo sé. Fue una conexión muy grande entre su emoción y la mía.
El segundo, más personal, mío, de mi vida fue la interpretación de Waiting on a sunny day. No es la expresión más rockera, por cierto. La razón de que la haga mía, es que fue lo que me salió canturrear cuando el accidente de Nacho. Había salido ileso, después de verlo dar vuelca de campana en el coche. Con muy poca imaginación, cualquiera se puede imaginar el shock.
Luego de venir ambulancias, polícías, vecinos, etc. sentados en un murito, esperábamos la llegada de la grúa, creo. De pronto me salió cantar el estribillo de waiting…, supongo que para distender la tensión de ambos. Desde entonces, esa canción es parte de mí. Y de Nacho, aunque supongo que cada uno tiene su propio registro. Lo cierto es que cuando él la escucha en algún concierto, sea en España o fuera, me llama y por teléfono me la hace oír. Yo salgo a la terraza, con el teléfono, si hay luna lo comparto con ella y revivo, siento a la vida, ya sin dolor, sin miedo, sin angustia. Es un lazo de amor, que incluye a Bruce, aunque él no lo sepa, y a esa canción, como podía haber sido cualquier otra. Fueron las circunstancias las que la hicieron mía.
Esta noche yo la esperaba y se dio. Nos abrazamos Nacho, Carmina y yo y no puede evitar un nudo en la garganta. Emoción, agradecimiento, momento especial. Cuando terminó les dije que iba por agua, a pesar de que tenía que subir y bajar escaleras evitando todas las personas que estaban en el camino. La verdad era que necesitaba fumarme un cigarrillo para superar la emoción. Sin embargo casi no fue necesario. En el trayecto hasta medio bailé con una chica y nos reímos por supuesto. El clima general fue suficiente para superar ese momento tan emotivo.
Como soy una adicta a las reflexiones posteriores, cuando volví a mi sitio con el agua, llegué con la sensación de que toda la gente, mucha, que encontré en mi solitaria aventura al bar y por mi cigarro, era estupenda. Me abrían paso, me sonreían, me facilitaban el paso… O eran muy estupendos o respetuosos de mi edad, jaja… puede ser.
Y fin por hoy. Gracias a Nacho, a Bruce y a los amigos que reencontré y a dos nuevos que conocí. Desde ahora le pondré cara a Pilar y a su compañero.
Al final el balance que hago es absolutamente positivo. Un gran espectáculo, un gran concierto, una estupenda banda y cada uno de los músicos, un Bruce desafiando al tiempo y haciendo gala de su energía, a pesar de sus 67 tacos. En definitiva: un gran placer, para agradecer a la vida.