Están de moda. ¡Con lo antigua que es esta forma de usar el lenguaje! En su origen se usaba para expresar con disimulo palabras de mal gusto, inoportunas o malsonantes. Se usan aún con ese fin, en algunos sectores de población. Actualmente, me temo, son usados mayormente para engañar o engañarnos, según códigos culturales o circunstancias de hoy. En algunos sectores se convierten en un verdadero argot. Con la riqueza y amplitud que tiene nuestra lengua…, bastaría conocerla y usarla con propiedad.
Ejemplos que se me ocurren ahora mismo: «desconexión democrática». Así llaman los políticos catalanes partidarios de romper la unidad de España, reclamando la independencia. ¿Qué es eso de «desconexión»? ¿Acaso las autonomías están unidas por una especie de enchufe que ni siquiera pertenece a una red, sino que cada enchufe es libre y capaz de actuar por sí mismo? Y «democrática», cómo se entiende? Una parte de un estado creado y establecido en normas aprobadas por los votos de los ciudadanos que lo conforman, no parece tener capacidad, de decidir su separación sólo con el acuerdo de parte de sus ciudadanos. Lo democrático, sería que en la decisión participara la mayoría de los ciudadanos de todo el estado. De lo contrario es aplicar la estrategia de Mafalda, cuando perdía al ajedrez: tirar el tablero con sus piezas al suelo.
Entonces, por qué no se dice claramente lo que quieren, por qué engañan? Un gran abanico de causas, circunstancias, intereses, ilusiones, pueden ser la respuesta…
También el eufemismo se usa según la definición, para evitar palabras malsonantes, inoportunas o de mal gusto. Con buena intención, por razones culturales, por respeto, como muestra de hablar bien… Por ejemplo, no decir viejos, sino ancianos o personas mayores. La acepción de las palabras también varía con el paso del tiempo, y su significado aunque viejo o antiguo, no depende del sonido del vocablo sino de la intención con que se use. El lenguaje sirve para comunicarnos, entendernos, con libertad, sin engaños, en eso radica su valor. Esa comunicación se puede conseguir, a veces, con palabras malsonantes o de más o menos buen gusto.
El otro ejemplo de eufemismo, que ya se pasa y se vuelve argot, es la utilización por parte de una empresa o personas de un sector de actividad, económica o financiera, que envían una carta supuestamente informativa. Los legos, nos quedamos sin entender lo que nos cuentan. Pretendían informar? No. Engañar?, no sabemos. Y si tal es el caso, cuando nos enteramos, ya es tarde.
Al aceptar esta desviación de la finalidad del lenguaje, estamos coartando nuestra libertad y nuestro derecho de conocer la realidad o la verdad. Daría para más el tema… ¿Por qué evitamos hablar de la muerte, por ejemplo? Por malsonante, por inoportuno (quizá), por que sea de mal gusto? O porque le hemos quitado a esa palabra su significado de hecho natural y real. Los eufemismos al respecto, esconden temores, creencias, supersticiones y nos privan de vernos y asumirnos como seres humanos racionales.
Hay que reconocerlos y cuidarse de ellos.