Para ti, hijo mío. Causa, motivo, motor de esta vida, ya limitada y desgastada. Tengo que contarlo, porque no es muy frecuente, llegar a sentir esto.
Supongo que estarás durmiendo a estas horas, a tantos kilómetros de distancia y sin embargo tan cerquita de mi, incrustado en el centro de mi corazón, cabeza y hasta en el dedo gordo del pie, creo.
Tu, viviendo tu experiencia; yo, como lapa, pegadita a ti. Compartiendo a tope, los sentimientos, los sabidos y hablados y los imaginados por mi, a causa de la experiencia, única ventaja que te llevo. Las tornas se han cambiado, tú, me das vida, ya desde hace tiempo. Estas últimas 24 horas son una demostración incontestable.
He seguido paso a paso la preparación de esta experiencia. Gracias por tu generosidad al compartirla. He pensado, imaginado, y sugerido alguna cosa, que pudiera serte útil. He revivido sensaciones poniéndome en tu lugar y siempre con la gran confianza que me inspiras por tu inteligencia, bondad, buen hacer, y por que no decirlo, por mi propia confianza en la vida en general.
Así…, ayer, tú en el aeropuerto esperando la hora de tu vuelo. Yo, en la cama durmiendo, pero con la capacidad de oír activada. Sonó el timbre de la tablet. Nos comunicamos, por medio de mensajitos. («Gracias, «trenología», jeje). Me levanté y vi el sol asomando, grande, brillante, la gran bola en toda su redondez. Me dije buen, augurio, el sol lo acompañará. Luego, contenta porque una bonita experiencia para ti, había comenzado, pero excitada por la perspectiva, me obligué a seguir mi rutina diaria. Imaginando el recorrido, del avión, consultando el plan de vuelo y los horarios, ya diferentes, pero sin dejar de cumplir con mi deber, cuidar de María, única forma útil de apoyarte. Hubo momentos en que no lograba concentrarme en algunas cosas, y el tiempo se me hacía lento. Pero seguí mi rutina con disciplina y esmero. Los temas cotidianos del país, también los seguí, pero sin tanto interés. Miré por la tarde, cuando ya estarías sobrevolando el Atlántico, la película Hipocrates que me habías recomendado. Muy buena sin duda. Intenté hablar con Carmina, necesitaba comentarla y quizás subconcientemente hablar de ti con ella. No fue posible. El día avanzaba y los acontecimientos políticos copaban la actualidad, yo, los seguía más espectadora que nunca. Bueno, reconozco, que en algún momento me interesaron y hasta me reconfortaron un poco. Pero seguía volando por encima del mar y el otro continente. Así que no seguí los comentarios políticos, ya consabidos y me refugié en dos episodios de Engranages. Consultando a veces el reloj con la hora internacional que me permitía imaginarte en tu trayecto.
Estaba cansada, por el madrugón, la falta de siesta, la reunión con Javier y el estado de semi excitación y llegó la hora de ir a la cama. La tablet, el teléfono, cerca de mis oídos. Me arrancó de un sueño profundo, como es el primero, el sonido de la tablet. ¡Habías llegado al hotel! «Todo perfecto», decías. Me mostrabas algunas fotos y mi conciencia aún dormida vibraba en baja intensidad, y te mandaba a descansar. Sabía que tu plan de actividad seguía y consultaba tu horario. Me dormí plácidamente.
Hoy seis horas más tarde, yo descansada, tú, sin dormir aún, nos encontramos nuevamente. Comentamos un poquito lo bien que lo pasaste, te recomendé momí y relajarte para bajar el nivel de excitación porque tu día de hoy no ha comenzado todavía, y ahí empezó mi dosis de estado de felicidad.
Me levanté, no diré flotando, pero casi. No sé transmitir con palabras como me sentía. Velaba tu sueño, que espero esté siendo reparador. Necesitaba comentar con alguien mi estado, sacarlo al exterior. Por eso estoy aquí. Te visioné moviendo tus dedos imitando la escritura en el teclado, cuando me sugieres escribir… Y decidí hacerte caso.
También para ahuyentar un pensamiento de gran soledad que me invadió. No tengo con quien compartir esta inmensa alegría. Me acordé de Toñi, me falta. Teníamos en común una gran capacidad de amor a los hijos, ella a los suyos y yo a ti. Y nos queríamos, claro. Ella me hubiera comprendido y se hubiera alegrado conmigo. Con ninguna otra persona amiga comparto esa forma e intensidad de amor a los hijos. Así que me dije, hazle caso a Nacho, escríbelo, merece ser recordada esta mañana del 3/2/2016. Se que no he sido capaz de describirla, me supera, también sé que no lo publicaré, aunque te veo diciendo «¡publica!», lo dejaré en borrador para que lo puedas leer. Gracias hijo mío, por darme estos momentos de subidón de vida. Y que tengas tú también un buen día, ahora mismo descansando porque es la 1 de la noche para ti y luego ya en tu actividad dentro de unas horas. No te puedo abrazar porque estás dentro de mí. Ya te achucharé…
(Publicada el 3/3/2016, hace casi un mes con ocasión del viaje de Nacho a Los Ángeles)